jueves, 13 de septiembre de 2007

hay alguien del otro lado?

tal vez sea imposible que alguien llegue a leer estas lineas...tal vez estamos saturados de información...que mas da...lo importante es saber, tomar conciencia...de que a veces nuestros actos desencadenan una serie de sucesos imparables, y que lo que deseamos, a veces se convierte en realidad...por triste que sea...

martes, 31 de julio de 2007

un pequeño relato

Hace 2500 millones de años, la atmosfera de Venus era respirable.
No existian esas densas nubes de acido sufurico, ni su enrarecido
clima hostil.
Sucedió entoces, que la raza dominante en el planeta, comenzo una
carrera loca de autodestrucción, consumiendo los recursos naturales,
destruyendo su naturaleza, en pos de el combustible que hiciera mover
los engranajes de sus factorias.
Entoces sobrevino el efecto invernadero, se destruyó la capa de
ozono, el aire se tornó irrespirable...
Cientificos vieron el final a tiempo, y planearon escapar.
Vieron el tercer planeta, aun virgen, aun inexplorado, con sus
recursos naturales intactos. y decidieron la huida.
Grupos de femeninos y masculinos se lanzaron en sos botes salvavidas,
hacia el tercer planeta.
pero el aterrizaje, fue desastrozo, no pudieron prever los cambios de
gravedad y presion. y sus naves quedaron hechas trizas.
Algunos sobrevivieron a la caida.
Sin tecnologia, sin armas, sin comunicaciones.tuvieron que empezar de
cero.
Sucedió entonces, que uno de los supervivientes, al regresar a su
cueva, con unos mamiferos que habia cazado, se pregunto:
-Seremos capaces de aprender algun día?. O seguiremos siendo el virus
que todo lo consume y destruye?


Gustavo Alberto Farias, copyrigth 2003

(les gusto?)

domingo, 22 de julio de 2007

EL SONÁMBULO

Por cierto, Gustavo necesitaba dormir un poco, tenia la saciedad onírica incompleta, y no sabía donde estaba parado esa noche. Como siempre, había salido a caminar, rodeado de sombras(¿eran estas sombras imaginarias, o realmente existían?).

Veía las mismas paredes resquebrajadas del cementerio cerca del cual vivía...

Detrás de esas paredes, generaciones que habían luchado y perdido, parecían mirarlo a través de las lápidas con números, ¿cuántos miles de años tendrían que pasar para que el círculo de vida que se había creado en la tierra se cerrase?¿Quién podría saberlo?, se hallaba parado frente a la pared, observando el musgo verde florecer, y se dio cuenta que tenia los pies húmedos...

Descalzo y en ropa interior, ¿Cómo había llegado allí esa noche? Nieves estaría durmiendo profundamente, como siempre, los perros estarían aullando, la puerta de la casa abierta...

En ese momento escuchó la bocina del tren, a lo lejos, ¿qué hora seria? Todavía no había amanecido, no se veía gente en la calle yendo a trabajar hacia las factorías...

Regresó a casa, y en el camino pareció ver a alguien arrastrándose en la vereda. Con parsimonia se acercó, y vio la cara de un moribundo linyera, se quedo estupefacto viendo los ojos tristes y desesperados de aquel hombre. Gustavo se arrodillo y le tomo de la cara, sus manos tocaron la barbilla del desconocido y este pareció volver en sí de su ensoñación. Murmuró palabras inentendibles, primero, luego afinito la voz y le dijo:

-Escúchame, muchacho, ya no hay escape de esta realidad, sé que pronto voy a morir, y voy a formar parte de ese cementerio... voy a ser otro número mas de este maldito mundo, pero antes me tienes que escuchar lo que te voy a decir, por favor...-

-Adelante, háblame-Dijo Gustavo, subiendo las cejas, y esperando con la paciencia que poseía, otro relato de desesperanza.

-... Hubo un tiempo en el cual la gente no debía trabajar aprisionada en las factorías, en los cuales el mundo poseía vegetación, y paisajes mas allá de estas paredes de concreto que nos tapian de la radiación,... tu deberías saberlo, deberías comprender que a mis 80 años he conocido ese mundo, y ahora he quedado afuera del sistema, por oponerme a vivir entre la lacra dominante y dominada que lucha por un pedazo de pan, y por un pedazo de poder...-

Gustavo escuchó su diatriba, en algunos momentos le pareció observar esperanza en su relato, en algún momento el mendigo se babeó mientras trataba de sonreír. Sabía que la muerte piadosa vendría a buscarlo aquella noche, y que el único legado que podía dejar en este mundo eran las palabras a ese muchacho. Lo único que quería recordar era su nombre, su nombre y apellido completo, pero solo venia a su mente su número, el número que le habían asignado Los Poderes.

Aún así, con las ultimas fuerzas le dijo:

-Ve detrás de los muros de La Ciudad y entiérrame allí... -

Gustavo pudo ver como sus ojos perdieron el brillo de la vida, y el mendigo dejó de respirar...

¿Ir detrás de los muros de La Ciudad? Eso es imposible, cualquier persona sabría que detrás de los muros sólo hay radiación, y un terreno inhóspito cegado de toda vida.

Se quedó un rato, parado frente a él, meditando... imaginando... pensando en todo lo que le había transmitido el mendigo.

Pensó en árboles, en plantas, en aves cantando, en sonidos de cascadas de ríos en las montañas, arroyos cantarinos, verde pasto por doquier... animales extintos... gente por todas partes, corriendo bajo el sol, bajo la lluvia, entre los árboles...

¿De donde venían esos pensamientos, si nunca en su vida tuvo esa visión realmente?

¿Sería la memoria del mendigo capaz de transmitirle sus vivencias de 50 años atrás? 50 años antes de La Guerra, antes de la huida hacia las fortificaciones de La Ciudad.

Observó como, de pronto, se acercaron los levanta-muertos de las calles, y se llevaron al mendigo hacia el cementerio, a formar parte de ese otro mundo.

La vida volvía a empezar en ese día.

La gente se dirigía hacia la estación del tren.

Pronto debería tomar su turno en la factoría, pronto debería volver a explicarle a Nieves que había vuelto a padecer de sonambulismo.

Caminó, de regreso hacia su casa, lentamente,... mientras tanto pudo observar como los débiles rayos del sol volvían a filtrarse, a través de los recovecos de la cúpula, que protegía a La Ciudad de la radiación del exterior.

Tomó el tren número 8 a la factoría, se ubico cerca de la ventanilla trasera, siempre le gustaba ver como el suburbio se alejaba tras de sí... Seguía pensando esa mañana en el incidente del mendigo, pero no dispuso de demasiado tiempo,... el tren frenó abruptamente en la estación terminal de la factoría.

La gente bajó con su cara de hastío de todos los días,... otro día más, y otro más vendría después.

¿A dónde le tocaría en suerte ir hoy?

Consultó el reloj imponente que registraba su llegada. El Procesador Central le asignó la tarea del día. Debía compensar en la máquina 881.743 el faltante de un compañero.

Eric Carlo no se presentó a horario y fue despedido.

Seguramente, debió renunciar a todo, como muchos, como el mendigo... a formar parte del Cementerio. Cenizas a las cenizas, polvo al polvo... (¿dónde había aprendido eso?) Se acerco al Dogma y se identifico:

-Gustavo, 22973737 sección 4ª- susurró, con el mejor tedio que encontró en su interior.

-Buenos días, sírvase sentarse en su puesto, al final del pasillo- le contesto el Dogma.

Cruzó el pasillo y observó a sus compañeros, con los cascos psico-ordenadores en sus cabezas, casi como medusas que chupaban los pensamientos. Se sonrió a sí mismo por su ocurrencia. Varias cámaras de vigilancia apuntaron a su sonrisa, y ésta se borró automáticamente de su faz.

Llegó a su puesto y se sentó.

Las manos en los paneles, la respiración tensa, las sienes latiendo. Del techo bajó el psico-ordenador y se amoldó a su cabeza sin cabello.

Los electrodos encontraron su posición de un modo automático, y el visor del casco se obscureció haciéndole perder la última imagen que vería en ese dia... sus manos temblorosas.

La maquina que chupaba pensamientos...

El Dogma por sí mismo buscaba en los centros del pensamiento que producían las emociones, que estaban destinados al habla, al raciocinio, al lenguaje, al aprendizaje, escaneando y absorbiendo cada sección que pudiese serle útil a la factoría. Procesando la información y transformándola en energía, que se utilizaba para alimentar al procesador central del Dogma, quien a su vez enviaba la energía a otra factoría, y esta a su vez a otra más importante quién sabe donde... quien sabe para qué... Todo estaba entrelazado por Los Poderes, construyendo una gran red con esas miles de millones de cabezas que ocupaban todas las factorías, en todo el mundo.

Luego de doce horas, (que parecían siglos... milenios... eternidades...) los electródos se desprendían, y volvían las funciones motoras, táctiles, olfativas, gustativas, a la normalidad.

La vista borrosa tardaba un poco mas en reestablecerse. Tal vez como un mecanismo de autodefensa, solía pensar Gustavo, para no ver la realidad.

Se levantó de su escritorio, y se dirigió hasta el Dogma, y hacia la puerta de salida.

-Buenas noches- creyó escuchar, tras de sí.

Pero no contestó.

Abordó el tren 8 de vuelta a su casa. En el suburbio. Donde estaría esperando su hogar...

EL REGRESO

Caminando de regreso a su casa, perdido en la multitud de seres aglomerados en las calles sucias, polvorientas y estériles, o húmedas y pegajosas, según la época del año. Pudo hacerse un minuto para observar la cúpula, “el cielo que nos protege”, como le habían enseñado en la máquina-escuela.

Todavía se filtraba el sol mortecino entre los paneles, y densas nubes de dióxido de carbono, azufre, y quintaesencias de radioactividad obscurecían el panorama.

Se acercó a un grupo de hombres que se aprestaban a dormir en sus bolsas, y observó las caras de impotencia, de ya-no-mas... de desesperación en estado latente.

¿Pudiera acaso hacer algo, para aliviar el dolor de sentirse uno más de ellos?

¿Cabría alguna cuota de esperanza, que no le haga ver que su vida estaba condenada, desde el nacimiento hasta la muerte?

Sólo siguió caminando, tratando de diluir esos pensamientos, que a cada rato pululaban en su mente.

Los letreros luminosos pregonaban la propaganda oficial: “Si no le gusta su vida. Suicídese. Su cuerpo sirve para contribuir a la combustión del generador de calor, en la ciudad-suburbio en la que vive.”

No podía evitar sentirse afortunado de tener una casa, en la que descansar sus huesos. Al menos no tenía que dormir en las calles.

-Soy un tipo afortunado- se dijo en voz alta, y lo repitió como un mantra de alivio hasta llegar a destino.

Nieves abrió la escotilla de entrada a la casa, despidió a los mendigos que se habían acomodado en el porche, y le preguntó como se sentía esa tarde.

-Bien, como siempre... - le respondió Gustavo, de mala gana.

-¿Pudiste conseguir algo de plancton?-

-No. Nos comeremos las reservas hasta que nos renueven el crédito- resopló Gustavo, mientras se sentaba, con las piernas en posición de yoga, en el piso húmedo.

En esa época del año, particularmente, los diálogos entre la pareja se limitaban al mínimo indispensable.

-De todas maneras, ya no tengo de que hablar con Nieves.- Se dijo Gustavo a sí mismo. Autoconsolándose.

Nieves fué a la segunda habitación. Mientras buscaba en las despensas qué comer,

Gustavo se tomó la frente con ambas manos, estrujándose la cara, tragándose las lagrimas, tratanado de esconder cualquier atisbo de duda, sobre la elección-matrimonial-imponible que había aceptado hacía ya 10 años.

Su esposa entró con una lata de plancton, y cenaron en silencio.

Luego se acostaron en el suelo y durmieron.

Dormir...

Morir en ese lapso infinito de descanso. Alguna vez alguien le había dicho que desperdiciaba su vida durmiendo, otra, que debía dormir al menos ocho horas todos los días.

¿Quién tenía la razón?

¿Quién podía dormir pensando en lo que le espera al dia siguiente?

Se preguntó si todo el mundo padecía insomnio... Si todo el mundo se levantaba como él en las noches, casi despierto, casi dormido, y salía de su casa a caminar hasta el Cementerio.

LA HUIDA

Otra vez con los pies húmedos... de nuevo frente al Cementerio.

Otra vez las alcantarillas lo hacían volver a la realidad. A la penosa realidad.

Si tan sólo pudiera escapar de todo ese círculo... huir... ser alguien diferente al resto... poder decir No.

Y entonces, corrió.

Corrió por las calles obscuras, no en dirección a su casa esta vez, tampoco en dirección a la factoría. Corrió...

En realidad necesitaba exaltarse, sentir como las venas latían en sus sienes, bombear su corazón con tanta fuerza, como sus desvencijados músculos le permitiesen. Necesitaba sentirse vivo.

Pasó junto a la morgue, donde se apilaban los cadáveres de Suicidados Por El Estado.

Donde ardían los hornos que mantenían la energía de la parte pobre de la Ciudad.

Cientos de ojos se fijaron en él por un instante, y luego volvieron a sus quehaceres.

Miles de cámaras de seguridad siguieron su recorrido.

Escuchaba ruidos de máquinas a su paso. Y voces de hombres que las operaban. Dogmas por doquier. Máquinas aquí, y allá. Esclavos en todas las factorías.

No había salida de La Ciudad.

Llegó en su loca carrera hasta la pared que marcaba el límite del Domo de La Ciudad. Hasta que rebotó en su furia contra el muro gris.

Su respiración estaba agitadísima, sus pulmones exudaban sangre, sus músculos no respondían ya a ninguna orden.

Cayó de bruces, contra el suelo. Y se quedó llorando, en silencio. Musitando, apenas. Golpeando la pared...

Escuchó sirenas que se acercaban hasta donde estaba. Apenas pudo levantar la cabeza, y pudo ver cuando los Uniformados lo rodearon.

Se desmayó.

LA REVELACIÓN

Despertó en una celda vacía, aislada, y vagamente iluminada.

Una puerta se abrió y aparecieron Uniformados. Le colocaron esposas y lo sujetaron de los hombros con sus fuertes manos. Caminaron un largo trecho por pasillos blancos y estérilmente iluminados.

Fue trasladado hasta una habitación imponente... Señorial, casi como de esos castillos medievales sobre los cuales alguna vez leyó, en sus años iniciales.

- ¿Cómo es posible que exista esta parte de La Ciudad y nadie lo sepa?- Se preguntó en voz alta.

Quedó de pie, frente a una majestuosa pantalla blanca. Los uniformados se retiraron.

Y entonces, apareció la imagen en la pantalla.

Una hermosa mujer, de tez pálida, cabellos rubios, elegantemente vestida con tules, con una corona que sostenía sus rizados cabellos, lo miraba.

Lo miraba inquisitivamente, y a la vez, con cierta expresión de repugnancia.

-Te he estado observando, en tu carrera, en tus noches de insomnio y sonambulismo, de pie frente al cementerio, en tu casa, en tu trabajo, en el tren, en cada una de las actividades diarias que realizabas. También hemos analizado tus pensamientos, con el espectómetro del psico-ordenador.- Le dijo la mujer.

-¿Por qué no me siento sorprendido?- ironizó Gustavo.

Ella esbozó una semi-sonrisa.

-Eres un ser interesante, ¿sabías? destacas del medio general en el que actúas. Bien podrías haber formado parte de Los Poderes, si hubieses nacido entre nosotros. Tienes esa amalgama de inteligencia que siempre se destacó entre quienes llevamos las riendas de La Ciudad.

Pero no por eso dejas de ser sólo hombre más. Un simple engranaje en la gran máquina que te rodea.

Ni siquiera deberías estar aquí, escuchándome, ni mirándome. Comprenderás que después de esta conversación sólo queda por realizar tu eliminación.

Eres, lo que nosotros acostumbramos llamar... Un Provocador...

-¿Y qué te provoco a tí?- interrumpió Gustavo, con un dejo de impertinencia.

Ella dudó un instante... como azorada, se sonrojó... y atinó a decir:

-... Me gustas... veo que eres perceptivo. Pero no por eso voy a rebajarme a tu sitio.

Debería hacer que ardas en algún horno... Pero no... Primero te diré un secreto. El secreto que sé que llevas en tu interior, y no lo sabes expresar con palabras... El secreto que te carcome el pensamiento, en las noches sin fin... Los muros que encierran esta ciudad, El Domo, no nos protegen de nada.

Nunca hubo una guerra... Nunca hubo radiación detrás de esos muros... Sólo es propaganda difundida por los medios. Sólo es un invento para mantener con miedo a las clases bajas que mantienen vivo al sistema.

- Entonces el mendigo tenía razón... - Alcanzó a murmurar Gustavo.

Justo antes de que Uniformados lo tomasen de los hombros, y lo sacasen de la Habitación. Tubo tiempo para gritarle a la mujer:

- ¡No podrás matarme! ¡Sabes adentro de ti misma que esto esta mal, y lo quieres cambiar!-

No pudo ver cuando se deslizó una lágrima por la cara de la mujer, porque fue desmayado de un golpe.

LAS CELDAS

Trish, la mujer de la pantalla, limpió distraídamente sus lágrimas con uno de sus tules de seda. Se sentía una vez más omnipotente, todopoderosa en sus actos, aleccionadora.

Caminó hasta la puerta que comunicaba con el centro del palacio, la esfera media del Domo, y se reunió con sus padres.

-¿Qué estabas haciendo?- le preguntó Lor, su progenitor.

-Nada, solo despachando basura- Le respondió con el mejor apatismo que pudo.

-Tú y tus juegos de niña, nunca vas a cambiar... –sonrió Lor.

Y la dejó sola, se fue a atender sus negocios, con una de sus amantes predilectas.

Trish lo vió como se encerró en su despacho y quedó nuevamente en silencio, esta vez conteniendo las lágrimas de furia.

Suspiró, y mordió sus labios inferiores. Estaba harta de sentirse decepcionada y abandonada por su progenitor.

Una vez pensó en cometer sabotajes contra todo el Dogma y desconectar los psico-ordenadores, para que la gente sea libre. Una idea descabellada,... y utópica, sin duda.

Pero factible de ser llevada a cabo. Con las herramientas necesarias.

Después pensó en que si los Oprimidos llegaban a conquistar derechos, equidad social, todo su sistema de vida sería aniquilado. Se le ocurrió revisar los archivos históricos, y descubrió otros intentos en la Historia Humana de estas revoluciones sociales.

Ninguna había resultado exitosa. Nunca.

Siempre, Los Poderes de turno volvían a tener el control.

-¿Nos enseña algo la Historia?- se preguntó en voz alta.

-Los seres humanos nunca vamos a aprender, seguimos siendo ese núcleo primitivo que busca sustento, desde las mismas entrañas del pasado... Sólo que ahora existen más métodos para revertir las divergencias.-

Se dio cuenta de que estaba hablando sola una vez más. Y cerró sus labios con fuerza, apretando los dientes y frunciendo su ceño.

En la cárcel, Gustavo se despertó del fuerte golpe...

Busco una forma de salir, pero ni siquiera parecía haber puertas ni ventanas en el cubículo. Solo paredes blancas.

Se le ocurrió que hay miles de cárceles en la vida. Una cárcel es el trabajo, otra el matrimonio, otra la soledad... y así... cada cosa podía ser una cárcel, y cada cosa podía ser una liberación.

Mientras pensaba en esto, mientras trataba de resignar lo irresignable...

Una de las paredes se desvaneció, y entró la mujer de la pantalla... Hermosa, rubia, radiante...casi con la luminosidad del sol, que a veces se dejaba ver entre los opacos vidrios de la cúpula del Domo. Se acercó con cautela a Gustavo y comenzó a hablar:

-Sé porque estas aquí, Gustavo. Era inevitable que algún día cayeras en la cuenta de que la vida es... sólo esto que ves... y no lo que ansías ver... pero voy a decirte una cosa:

No te voy a hacer eliminar... no tengo ni tanto valor para hacerlo, ni quiero hacerlo...pero tampoco considero que sea yo, la que tendría que terminar muriendo... te puedo ayudar a salir... pero eso no es necesariamente rescatarte de nada... es rebelarme... y esa rebelión podría llegar a costarme la vida... mi vida, nuestra vida... Quizás la vida de todos los seres dentro del Domo y La Ciudad...

-¿Por que piensas que quiero sólo mi libertad, que derecho tendría de escapar de este lugar, dejando a todos los demás en la misma situación en la cual yo estoy?-Interrumpió de pronto Gustavo.

A lo cual, Trish se frenó de golpe en su discurso....meneó la cabeza de un lado al otro, tragó saliva y siguió, ahora con un dejo de fastidio en su voz.

-¿Cómo piensas manejar el final de este régimen? Quiero decir, algún tipo de control tiene que existir..., si quieres “justicia social”, tiene que existir, o, quien lo regule, (que seria lo más viable) o conciencia social,... y, esto es algo que lleva su tiempo...inexorablemente...-Prosiguió Trish, mirando al suelo, a sus zapatos de fina piel...

-Sí, todos sabemos qué esta bien, qué está mal... que es justo, que es injusto, conocemos valores en pos de esa libertad que tanto pareces anhelar..., pero si eso no esta dentro de cada uno de nosotros... esa socialización... ese pensamiento casi utópico que tienes... y, que en cierto modo, poseo yo también.¿Cómo piensas que vas a poder internalizarlo en cada uno de los millones de Oprimidos que no son conscientes de esa opresión?...Quizá les dé lo mismo, y hasta exista cierta, digamos... seguridad, antes que el caos que implicaría, el saber que son Oprimidos..., Lo que me inquieta, lo que me asusta... Es el resentimiento, impotencia, y demás... que van a quedar libres...-Volvió a mirar dentro de los ojos de Gustavo, que yacía en lo profundo de la celda...

-¿Cómo vas a manejar estos antagonismos?-Insistió Trish. -Es el deseo de muchos, y me incluyo... pero,... no sabría como hacerlo viable, para que realmente se convierta en algo verdaderamente justo, y... ¿Justo para quiénes?... ¿Quién dice que es lo justo y lo injusto? ¿Bajo qué parámetros? ¿Quién soy yo para decidirlo por los demás? Y esto lo dices, en un supuesto en el que los demás desean esa libertad... ¿Esto en realidad es así? ¿Tú crees que el común de la gente quiere esa libertad?-

Gustavo, la miró, entretenido, a los ojos... a los labios... suspiró... se llenó los pulmones de aire y finalmente respondió:

-Tal vez tengas razón,... tal vez yo esté equivocado, queriendo vivir a contramano de la sociedad, de la realidad, de la cultura en la que me tocó, nos tocó nacer... tal vez todo esto se trate de la Libertad, simplemente... –

Gustavo se puso de pie y avanzó unos pasos hacia ella, con una mano extendida, como buscando tocar sus dedos...

-Quiero decir... que, comprendo que las revoluciones nunca conducen a nada bueno, porque, desde el mal, no se puede llegar a algo bueno... Quizás, sí a algo nuevo.-Dijo Gustavo, esta vez sonriendo.

-Conozco algo de historia, sé de lo que me hablas... sé que cualquier Régimen termina siendo una lisa y llana división de clases... pero... ahora que conozco la verdad sobre El Domo... ya no podría regresar con los míos... ni quedarme entre los tuyos...-

-Puedes volver, si lo deseas... no quiero quitarte la vida... – le respondió Trish.

-La vida... vivir... ¿qué significado tiene vivir, cuando... no existen formas genuinas de adaptación al medio en que nos movemos?...- Inquirió Gustavo, sorpresivamente. Y prosiguió:

-Tal vez, haya comprendido que la única salida de la realidad en la que vivimos... es la muerte... y vivir del modo en que vivimos... es morir un poco cada día... -

-Si quieres, puedes marcharte de La Ciudad.-le dijo La Mujer, con un dejo de enojo. Ante lo cual, Gustavo volvió a mirar en los ojos de Trish, que ahora le recordaban vagamente a los de Nieves...

-Pero, recuerda... -Le dijo Trish, frenándolo con su vista-recuerda que cuando salgas de esta Ciudad, de este Domo, de esta cultura... vas a perder tu condición de ser humano... porque lo que te hace, justamente humano, es la condición de vivir inmerso en esta cultura... Vas a irte desnudo, a vivir, a morir entre La Naturaleza. Vas a perder todo lo que fuiste, lo que eres, lo que ansiaste ser... Y ya no podrás volver atrás, una vez que hayas atravesado esa puerta.- Señalándole una puerta que se abrió de pronto... en la pared de la celda... en la pared del Domo...

-Sólo rétame a hacerlo- Atinó a decir Gustavo.

LA LIBERTAD

Entonces una puerta se abrió, en la pared opuesta a Trish. Frente a los ojos de Gustavo

Y Gustavo pudo ver como la Naturaleza se abría paso ante sus ojos, en la inmensidad de las llanuras verdes, afuera del Domo... y, se le llenaron los ojos de lágrimas. Y... caminó lentamente hacia la puerta... Se desnudó de todo sí... sé desnudó de su pasado y su presente... y salió... diciéndose a si mismo, que tal vez otros hayan escapado de esta realidad... Salió de Aquel Terrible Infierno, sólo llevándose consigo, lo único que pudo rescatar de su vida... lo único que nunca pudieron arrebatarle ni Los Poderes, ni El Domo, ni La Ciudad... ni Nadie.

La esperanza.

Gustavo Alberto Farias

sábado, 14 de julio de 2007

ausencia

Ausencia

Siempre en el vacío, en la nada más absoluta.

Renegando a cada paso, cada acto en falso...

Sintiendo que naufrago en mi propio desierto,

¿No lo ves acaso?

Pudiera ser un secreto que nunca te dije,

O un anhelo tan intenso que se adhiere a la piel.

Es que la ausencia te provoca y te desata,

en un mar de sueños, de lagrimas y algas.

Te atrae como el primer amor y no te deja partir,

hasta robar lo mejor de ti.

Y no hay escape hacia la luz. No hay bien que valga.

Las nubes cubren todo tu pensamiento,

no te dejan ver nada.

Basta un ápice de silencio para reaccionar,

Una mirada...

Un elemental ser que te embellezca

en

los días y en las noches de tu cama.

martes, 10 de julio de 2007

A mamá

Quisiera que mis párpados no se cierren ante tu belleza. Que en mis manos te alcanzaces, para acortar la distancia. ¿entre los dos acaso no existe otro momento, para anhelar este momento? En el cual, nuestros cuerpos rozan el filo de la alquimia. Porque, sabemos que la magia preanuncia nuestros actos. ...La magia nos alcanza...nos une Entre paredes, que se rompen en silencio. Entre silencios, que desatan una furia. Si tus miedos no te dejan comprender estas palabras. Si las sombras acechan en la tarde. Si el zumbido de una brisa te acompaña. No dudes que estaré alli pra cuidarte. Abrigando recuerdos de tu infancia, Sollozando junto a ti mis esperanzas. Volver a verte, es un ensueño harto fragil. Volver a amarte, es un desafío... al destino errante... .Si las sombras de la tarde aún te acechan... No podré sino besarte en la distancia.

lunes, 9 de julio de 2007

Decadas

Tal vez no importa si mañana amanecemos todos muertos, lo importante es la razon que nos llevo hasta aqui...y es esta: la vida...vivir...